La promesa del estío,
vive siempre en la mañana,
en la cruz de la ventana
y en los destellos del río.
Tiembla en el manto dorado
sobre la rama desnuda,
y en la sombra tartamuda
del sendero anaranjado.
La promesa del estío
endulza la larga espera,
derrama ocre en la acera
y le pone coto al frío.
Está escrita en las bellotas,
en la luz de la cerveza,
en su dulce ligereza
y en la voz de las gaviotas:
la escarcha será rocío,
la flor volverá a brotar,
habrá velas en la mar
y el sol volverá a ser río.